¿Por qué hablar de sujetas y no de sujetos?

¿Por qué hablar de sujetas y no de sujetos?

Algunos de los rasgos particulares en los planteamientos desarrollados por pensadoras feministas enmarcadas dentro del denominado feminismo de la diferencia, radican en que sus reclamos no buscan “la igualdad” para las mujeres en relación con los hombres, ya que tal “igualdad” habría de traer siempre un referente de comparación que, en palabras de Luce Irigaray, acarrearía consigo múltiples interrogantes: “¿A qué o a quién desean, igualarse las mujeres? ¿A los hombres? ¿A un salario? ¿A un puesto público? ¿A qué modelo? ¿Por qué no a sí mismas?” (Irigaray, 1992, p.9). Irigaray aboga por liberar a las mujeres por completo del espejo simétrico del modelo discursivo que se les ha impuesto por parte de los hombres;

[…] un modelo que privilegia la simetría como condición de posibilidad del dominio en el desconocimiento del otro. [Un modelo en el que] la mujer, a partir únicamente de ese espejo plano, sólo puede sobrevenir como el otro invertido del sujeto masculino (su alter ego) […] (Irigaray, 2009, p.96)

¿Puede la terminología, así como la selección y la utilización particular de las palabras influir de manera determinante en el posicionamiento de las argumentaciones en una investigación? Con ello en cuenta, habría que apuntar hacia otra de las preocupaciones de Luce Irigaray: la imposibilidad de desarrollar un discurso femenino —y feminista— sin antes desmarcarse de los constructos sintácticos masculinos. Irigaray señala la necesidad de hablar mujer, e incluso hace claros señalamientos a la manera en la que los códigos con los que se configura el lenguaje terminan siendo otros artilugios más para menospreciar a las mujeres frente a los hombres:

Los hábitos, insuficiencias y resistencias de los usos y códigos lingüísticos hacen todavía difícil designar la cualificación profesional de las mujeres […] su solución encuentra a menudo obstáculos por el uso de los códigos lingüísticos ya existentes (así, médecine, por ejemplo, designa un instrumento y una disciplina en el contexto de la vida profesional del médico, y el femenino de la palabra para designar la profesión es peyorativo a causa de su sufijo: doctoresse), y por las resistencias sociales actuales respecto a las categorías profesionales permitidas o vetadas a las mujeres. (Irigaray, 1992, p.22)

Si bien, Irigaray se está enfocando particularmente en las implicaciones lingüísticas como determinantes en las jerarquías laborales y en los roles sociales ¿Por qué no incluir su preocupación como un componente de carácter significativo dentro de los procesos de nominación y el uso del lenguaje dentro de esta investigación? La nominación y uso de la palabra “sujeto” sugiere el referente masculino como hegemónico referencial de todas las  posibilidades subjetivas bajo los esquemas convencionales de la lengua española, en los cuales, sujetos, sujetas e incluso “sujetes”, terminan encasillados dentro de la preponderancia del “sujeto” ¿Por qué no entonces pensar en “sujetas” que se desprendan del carácter androcéntrico del lenguaje, liberándose de la imperiosa necesidad de correspondencia y homogenización frente los sujetos varones? Las ideas de Irigaray incitan a pensar en modelos de representación que exalten la diferencia, sean dentro del lenguaje, o inclusive, a través de la imagen cinematográfica.

Además, la utilización del término sujeta y no sujeto se ve motivada por la naturaleza arquetípica de la subjetividad focal de esta investigación, cuya percepción irremediablemente está determinada por su condición como mujer, así como por los factores implícitos en su construcción o deconstrucción como tal.

Por otra parte, la acepción de la palabra “sujeta”, entendida como una condición de dominio y sometimiento respecto a algún agente externo, resulta conveniente al tener en consideración el aprisionamiento y la constricción simbólica, política, social, epistémica y corporal que atraviesa a las sujetas representadas en los productos culturales de los que se ocupa este trabajo. Respecto a este punto, Patricia Castañeda (2008) señala algunas distinciones de la investigación feminista al referir a las mujeres con el término “sujetas”:

Asumo que el término sujeta es visto con escepticismo (e incluso rechazo) por muchas feministas porque a su parecer evoca de inmediato la sujeción de las mujeres y no su analogía con el sujeto social, político y epistémico. Sin embargo, considero que al menos por el momento permite visibilizarlas evitando introducir una falsa equivalencia entre las condiciones, situaciones y posiciones de género de mujeres y hombres que pueden resultar oscurecidas por la aplicación indistinta de la categoría sujeto. (p.62)

Al hablar de sujetas —en lugar de sujetos— esta investigación fija un posicionamiento en torno al manejo del lenguaje y las categorías que se establecen a través de él. Asimismo, sitúa un cuestionamiento hacia la manera en la que las palabras funcionan como elementos constitutivos y recíprocos en relación con las injusticias epistémicas y los procesos de subjetivación determinados a partir de los sesgos de género.

REFERENCIAS

Castañeda, P. (2008). Metodología de la investigación Feminista. Guatemala: Fundación Guatemala, Universidad Nacional Autónoma de México, Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades.

Irigaray, L. (1992).  Yo, tú, nosotras. Madrid: Cátedra.

Irigaray, L. (2009). Ese sexo que no es uno. Madrid: Akal.