En torno a la representación de las mujeres en el cine

En torno a la representación de las mujeres en el cine

En el primer lustro de la década de los setenta, publicaciones como Popcorn Venus: Women, Movies and the American Dream (Rosen, 1973) y From Reverence to Rape: The Treatment of Women in the Movies (Haskell, 1974), exploraron las variables en la representatibilidad de las mujeres en las industrias cinematográficas tanto hollywoodenses como europeas. Los trabajos de Rosen y Haskell se enfocaron en explicar el vínculo entre los personajes femeninos y su contextualización histórica, en determinar los arquetipos y estereotipos más recurrentes, en cuestionar el papel activo o pasivo de las mujeres dentro de las cintas, en analizar el tiempo de participación de personajes femeninos dentro del cuadro y en analizar si las representaciones de mujeres dentro del espacio fílmico constituían modelos de referencia positivos o bien, negativos, para las espectadoras frente a la pantalla de aquel entonces.

Las aproximaciones de Rosen y Haskell constituyeron uno de los primeros intentos en problematizar al género dentro de los análisis fílmicos enmarcados dentro de los estudios visuales, sin embargo sus aproximaciones han de ser cuestionadas dado que ambas autoras asumían al cine como una reflexión diáfana de la realidad sin considerar que los procesos de creación, exhibición y recepción de creaciones cinematográficas, de la misma manera que las subjetividades en la realidad, se ven atravesadas y condicionadas por un sinnúmero de normatividades que les colocan en una posición de privilegio o indefensión.

En torno a la problemática implícita en la representación de figuras femeninas dentro de imaginarios concebidos dentro de un sistema patriarcal, Teresa de Lauretis (1992) precisa que:

Toda imagen perteneciente a nuestra cultura —y por supuesto cualquier imagen de la mujer— está situada dentro, y es interpretable desde el contexto abarcador de las ideologías patriarcales, cuyos valores y efectos son sociales y subjetivos, estéticos y afectivos, e impregnan, evidentemente, toda la construcción social y, por ello, a todos los sujetos sociales, tanto mujeres como hombres. (p.66)

Las apreciaciones de Lauretis no sólo evidencian que el cine y su sistema representacional están condicionados por formar parte del constructo sistemático androcéntrico, sino que también, les sitúan en un funcionamiento más complejo que el de un simple eco que repite las realidades imperantes. Bajo el concepto de tecnología de género (tomando como punto de partida las tecnologías del sexo de Foucault), Lauretis encuentra en el cine un mecanismo de construcción del género que “instala a la mujer en un particular orden social y natural, la coloca en una cierta posición del significado [y] la fija en una cierta identificación.” (De Lauretis, 1992, p.29). Así, en el cine no puede haber cabida de un “reflejo” de lo femenino, dado que la misma noción de lo femenino —o de “la mujer”, como arquetipo totalizante— en cuanto a que es parte de toda la construcción de género acuñada por el sistema androcéntrico, siempre se verá constreñida y bajo sesgos restrictivos irremediables. Con esto en cuenta, habría de considerarse si la “inclusión” de personajes femeninos como partícipes del fenómeno cinematográfico en todos sus componentes, desde su germen, puede estar predestinada a su malogro, dado que, en profundidad,  no parte de un proceso de desontologización del género en ningún sentido, sino más bien, emerge de réplicas, reiteraciones y refuerzos del sistema de símbolos que prevalece en la panorámica occidental al presentar un universo de binomios, sin necesariamente llegar a transgredir, ni siquiera someramente, las categorías claramente delimitadas y determinadas por los constructos de género del sistema imperante.

REFERENCIAS

Haskell, M. (1974) From Reverence to Rape: The Treatment of Women in the Movies, New York: Holt, Rinehart, and Winston.

Lauretis, T. de. (1992). Alicia ya no. Madrid: Ediciones Cátedra.

Rosen, M. (1973) Popcorn Venus: Women, Movies and the American Dream. New York: Coward, McCann, and Geoghegan.